jueves, 18 de octubre de 2012

Me desconoces



Me desconoces

Hace unos días te he visto, ciertamente no fue un encuentro de los más placenteros –hemos tenido mejores- pero me encantó la forma en que me has saludado. Disfruté de tu ignorancia, vergüenza y pudor. Al cruzar la puerta un saludo te he formulado, me has respondido, pero eso no fue lo importante –curiosamente- sino cómo has errado al hacerlo, ver que tu lengua se ha detenido abruptamente al verme, al intentar reconocerme, al querer decir mi nombre y que no salga de ti, sino el enrojecer de tu rostro ha sido hermoso. No me conoces y eso me hace infinitamente particular. No me has podido nombrar pues nunca has sabido cómo hacerlo, mi nombre te es un misterio, uno que quizás no quieras develar, pero que en aquel momento te ha perturbado, de manera tal que te ha permitido seguir viviendo como si nada hubiese pasado, pues, yo, quien era la más interesada en distraerte y escucharte, he sido quien ha provocado ese olvido que no lo es, esa contradicción en tu boca que me ha sacado un suspiro de alegre burla.

Luego del abrupto lo común siguió su rumbo y nos mostró como las demás personas nos veían, como lo que seguimos siendo hasta que nos alejamos, hasta que he vuelto a pensarte, y me encantas. Lo mejor de todo es que soy solo aquello que ya fue, que no ha marcado huella en tu vida y que, de seguir así podré hacer surgir de nuevo; mientras me desconozcas, mientras no te extrañe y no tenga ímpetu por que sepas de mí. Todo esto está en mis manos, pero soy medio bruto y por eso es que lo entrego al viento, para que se divierta un rato dando vueltas y regrese a mí exhausto, con ese cansancio que me permita manejarlo y me deje poner mis manos sobre tus ojos, para que me permita hacerte ciega y te confundas de nuevo, para que la inocente vergüenza se deje ver y me permita disfrutarla.

Tamara.-

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