Y si lees esto, es porque entonces no lo he logrado. Eres
extraña. Diferente de todo lo que me he rodeado en mi vida, hasta este día.
Durante largo tiempo me pregunte, de diversas maneras porqué
te fuiste; de respuestas nada; de respuestas solo me quedan los recuerdos y
estas hojas que te escribo, pues si bien quiero respuestas de tu boca, sé que
solo me quedan respuestas de mi alma que me hablan de ti, de lo que viví y de
lo que ya no se encuentra conmigo.
Hablarte es mirarme en el pasado, es buscar entre las ropas
olvidadas. Ropas que como todas envejecen, se destiñen y entre nubes de polvo e
ilusiones joviales me entregan una visión deslumbrante de la mujer que siempre
busqué y que tú nunca fuiste.
Pero te amo, eso pienso. Lo creo en mis recuerdos y en mis
sueños de frutos utópicos en los que sí estás en este hogar que decíamos
compartir. Y en el que el cartero todavía cree que existe; prefiero que así lo
crea él, así es más fácil de olvidar; cuando todos mantienen un mismo recuerdo
en sus cabezas es como si aquello o no existiese ya o nunca hubiera pasado; una
mentira colectiva te envuelve entonces; pues todos creen en tu existencia,
mientras yo en mi lucidez contemplo tu ausencia en cada uno de los rincones de
mi cama, de la cocina y de la casa. Será mejor así, más llevadero para mí,
cargar a solas con tu no estar. Te imagino entonces en uno de los tantos viajes
que pensamos daríamos, qué inocentes fuimos, ahora solo los llevas a cabo tu;
con compañía tal vez, lo desconozco, y me duele imaginar que tengo razón; y me
duele imaginar que me equivoco y entonces pensar que con el amor que te guardo
he llegado a desear tu infelicidad, que aunque pasajera duele de todos modos,
pues, mi amor perdura al paso de viajes en tiempos imaginarios; los atraviesa,
los engulle tal como si de verdad pudiera alguien alimentarse de aquello.
Y así es como ya te recuerdo de nuevo, nada de lo tuyo se me
desvanece. Pero yo sí de hacerlo, me desvanezco de tus pensamientos.
Sé que este final me es ingrato, sé que este final te
aguarda a ti también. Cuando este final por fin nos alcance… lo desconozco.
Pero me arriesgo, me quiero.
Me aguardan los infiernos dice Manuel. Me aguarda Eurídice
–le respondo. Él me mira, y no me entiende, me ve con tristeza. Me lanza un
puñetazo a la cara y lo recibo gustoso. Me sangra la nariz y la boca. No me
entiendes Manuel -le sonrió. Él ríe conmigo y dice “ni una puta palabra”. Lo
agradezco, no quiero la compasión de Manuel ni de Estela, ni la tuya Tamara. No
busco comprensión alguna. Solo quiero padecerte, beberte amargamente y morir,
sin desaparecer. Quiero que sea esta la mejor de mis muertes, la que me lleve
al recuerdo, para no olvidarte, para conservar mi sacrificio y amarte como lo
que no eres; amarte como en lo que te he convertido.
Roberto.-
Declaración Final.
Para mi extraño lector:
Con esta última entrada finalizan los pensamientos de
Roberto, llegan a término para él, al menos en parte, lo tortuoso de esa
ausencia de Tamara que tanto en tanto se le aproxima desde el pasado. Él sabe
que no la recuperará nunca, y si bien quiere asimilarlo de esta manera, no es
capaz de lograrlo plenamente pues se trata de un proceso. Es la ruptura que no
sana.
He decidido dejar entreabierto este final; quien lo lea
decidirá según la entonación que le brinde a su propia lectura y a la conexión
que realice o no con los textos anteriores que recorren desde diferentes puntos
o momentos una misma idea.
Las excepciones a lo anterior, a este final, pueden verse en
parte o interpretarse a partir de lo que Tamara dice a Roberto. Pero, extraño
lector, ¿es Tamara quien habla? A veces parece que lo es, pero en otros
momentos parece tratarse solamente de su recuerdo que se vocaliza en la mente
de Roberto. Por otra parte encontramos la entrada titulada “Reloj”, en ella
vemos a un Roberto que linda en la desesperación, que ha conocido el tedio de
primera mano. En “Reloj” se recoge todo el agror de una existencia desolada por
el recuerdo, se refleja de manera atrayente el suicido y la verdad se expresa
como un monstruo, una aberración.
El silencio en que cae muestro escritor entre su anterior
entrada y la presente es lo decisivo, allí se guardan todas las luces que
acompañan la existencia de esta historia pues si bien las entradas publicadas
expresan con gran fuerza el sentir de este hombre, son los silencios entre las
expresiones las que en su meditar los que revelan su verdadera existencia.
No es en las palabras que se entregan, no es allí donde
leemos a Roberto, sino en los espacios entre cada una de ellas.
Son los puntos, las comas y las líneas en blanco en donde
realmente encontramos su pensar.
Es por ello la importancia del cómo leemos su escribir, ese tono a veces pausado, sin comas ni referencias, a veces esos gritos sin exclamaciones, esa voz rápida, e irreductible más que por nuestra propia voz.
Gracias por leer.-
Sergio Gatica Navarro.-
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