Con ganas de una mujer...
La noche que me tortura con sus deseos femeninos, son como
la Luna que no me habla, y por eso, no la miro. A veces. Como por despecho,
como un niño sin dulces que saborear. Yo, un idiota, me mantengo aislado sin
una mujer que abrazar. Mientras, ella; la Luna, no deja de sonreír y mirar,
cómo ese pobre niño es incapaz de amar.
Roberto.-
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