Y me acostumbré a hablarte
Y me acostumbré a hablarte, y eso me da miedo
Cuán fácil es ilusionarse
Cuán fácil parece todo en la mente, cuando lo imaginamos
como si fueran viñetas de un comic, pero la realidad es otra
Poco te conozco y poco me conoces, y poco nos importa;
o eso quisiera leer en el siguiente cuadro.
Tamara.-
Tocan,…
¿Y qué has dicho ayer
cuando te marchabas por esa puerta?
¿Que no te volvería a ver ni encontrar?, ¡pero qué hablas
mujer! si apenas y te desapareces para regresar de nuevo aquí, a este lugar, a
estas paredes, con estas sombras que te ilusionan, con estas palabras que te
abrazan, y estos labios que intentan besar esa escurridiza bruma coqueta que me
sonríe sin hablar y me calla con su mirada.
Somos como dos odiosos amantes que se repelen y se condenan
a una unión imperecedera, pues sus mentes no mueren, más sus cuerpos se alejan.
La conexión nunca se ha roto. Siempre estarás conmigo, nunca te irás, pues te
amo. ¡Mierda, te amo!
Por qué diantres no escapas de mi fas, por qué no huyes
despavorida como te lo he rogado
Por qué te quedas y te quejas en mis sombrías noches de
sobriedad, cuando el alcohol ya no surte efecto y no te aturde en mis
emociones.
Entonces golpeas la puerta, y mi hambre te recibe,
y te arrojas a sus mandíbulas, qué torpe eres. ¿O no lo soy
yo realmente?
Te consumo, te reposo y te decanto.
Soy un idiota obtuso que se cierne frente a los ladrillos
que conforman la chimenea en donde se queman los humores expulsados luego de
comer.
¿Qué? ¿Cómo dices?, claro que no, no puedo recibirte aquí ni
ahora, no puedo recibirte, pues no quiero amarte otra vez
¡Beldad! –Gritas-
Desfallezco frente al fuego y te expulso cual ánima exorcizada,
entonces te vuelves corpórea una vez más.
Entonces te incorporas frente a mí y me hablas,
con voces que
conozco.
Cuánta delicia hay en tus modales
-cuánta amargura hay en el cuadro que se me presenta-:
Qué tanto mimas al suelo con tu cuerpo, ¿no ves que me
presento ante el peor de los hombres? ese que no es ni bueno ni malo, ese que
busca en el pasado la realidad que se le avecina; aquel que me ha traído en
sueños ante ti, criatura ctónica.
Y no soy capaz de mirarte, y no te quiero conmigo.
Entonces tomas mi rostro con tus manos, me besas la
mejilla y te marchas por la puerta que has entrado,
permanezco en el suelo, con el rostro mirando hacia lo alto,
te llamo. No has vuelto. Sonrío y me siento feliz, no porque te fueras, sino
porque hoy no te has alojado en mi lecho, será mañana entonces, el día en que
mis humores sean de nuevo amores, y te mire, y te mime, y mentiré otra vez, y
dirás que amas.
Corro forman de nuevo lobos a la luna, salen a esparcir
aullidos, pues no devoran, sino anhelan, una nueva.
Roberto.-